QUIENES SOMOS.


somos una comunidad católica al estilo de la renovación carismática....
Durante mas de 10 años hemos llevado un mensaje de fe y de esperanza a muchas personas; llegando donde solo Dios puede llegar… ¡Al corazón! 
De igual modo queremos llegar a muchos lugares, a muchos rincones, a muchas ciudades; a donde quizás no podemos llegar físicamente, con el único deseo de que el evangelio se extienda por doquier, y llevando siempre un mensaje de salvación a tu corazón.

23 de junio de 2013

SEMINARIO DE VIDA EN EL ESPIRITU(septima enseñanza)

LA TRANSFORMACIÓN EN CRISTO

OBJETIVO
Suplicar al Espíritu Santo la gracia de ser como otro Cristo

ENSEÑANZA
Los hombres fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1, 27). Perdimos ese
parecido por culpa de Adán, pero lo recuperamos por el amor de Cristo, que se hizo semejante
en todo a nosotros, menos en el pecado (Heb. 2, 17) para que volviésemos a ser semejantes al
Creador.
La meta de los cristianos es acoger al Señor y permitirle que more en nuestro corazón y nos
transforme en Él, de modo que podamos exclamar: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí"
(Gál. 2, 20). Realizar esa afirmación del Apóstol es una gracia para cualquier persona. "Ese es
el ideal y la meta que traspasa e invade a la Renovación Católica, y el programa de vida de
quienes se someten a la guía del Espíritu Santo", enseñó el Papa Juan Pablo II.
Jesús quiere morar en sus discípulos. Él habló de venir con el Padre y con el Espíritu Paráclito,
para hacer su morada en nosotros, y puede realizarlo si nuestra mente piensa en Él, si nuestro
corazón lo ama, si nuestra memoria lo evoca, si nuestros deseos lo anhelan, si nuestros actos
se realizan de acuerdo con su voluntad.
El hombre que se compromete con ese ideal se va transformando en Jesucristo: piensa como
pensó Jesús (1 Cor. 2, 16), ama como el Señor amó (Jn. 13, 34; 15, 12; 1 Jn. 2, 6; Ef. 5, 2),
perdona, acoge y sirve como Él lo hizo (Col. 3, 13; Rom. 15, 7; Mt. 20, 27-28). Esa
identificación con Jesús llega a ser tan grande que, según san Pablo, "somos conformes a la
imagen de su Hijo" (Rom. 8, 29) y se puede afirmar que "el cristiano es otro Cristo". Esto es un
regalo del Espíritu Santo.
Identificarse con Jesús
Los cristianos hablan de imitar a Jesucristo y de comportarse en cada momento como lo haría
Jesús. Esa manera de expresarse se encuentra en la Biblia y en los escritos espirituales.
Pero otro modo de hablar, más intenso y comprometido, que también se lee en la Biblia, es el
que nos lleva a recordar que los bautizados formamos con Jesucristo un mismo cuerpo, del
cual somos miembros, y que Él nos puede usar como instrumentos para realizar su obra:
nuestras palabras le permiten seguir anunciando su evangelio, nuestros actos le posibilitan
expresar su misericordia ante el sufrimiento de los hombres, nuestros sentimientos prolongan
los suyos impregnados de amor y obediencia hacia su Padre, y nuestros dolores completan lo
que faltó a su pasión.
También nuestra oración de alabanza y de súplica debe unirse a la de Jesús, y haciéndose
expresión de la plegaria del Hijo de Dios, llegar hasta el corazón del Padre. Eso lo expresa la
liturgia cuando, en la anáfora eucarística, exclama: "Por Cristo, con Él y en Él, se te dé, oh
Padre, todo honor y toda gloria". En esa frase cada preposición tiene un sentido especial: "Por"
alude a Cristo mediador, a través del cual llegamos a Dios. "Con" se refiere a Jesús nuestro
hermano, solidario con nosotros en nuestras súplicas. "En" recuerda nuestra unión con
Jesucristo, con quien formamos un solo cuerpo.
María, modelo de la transformación en Cristo
La mujer que realizó de modo perfecto la unión con Jesús y la transformación en Él fue María,
su madre: ella lo llevó nueve meses en sus entrañas, lo acogió recién nacido, lo acompañó
desde el pesebre hasta el Calvario, conservó en su corazón todo lo que a Él atañía y estuvo
siempre llena de su amor.
Jesús y María parecían no tener sino un mismo espíritu y un mismo corazón. Con razón, y más
que san Pablo, podía decir la Virgen: "No vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí", pues
era Jesús el que vivía y reinaba en el corazón de María (Gál. 2, 20).
Eso lo experimentó María por bondad del Espíritu Santo, quien la llenó de gracia, la plasmó a
imagen de Jesús y formó en las entrañas virginales de nuestra Señora el cuerpo de Jesús.
Es también el Espíritu Santo quien hace que Jesús viva en la Iglesia y en cada cristiano, de
modo que cada uno de nosotros disminuya para que crezca Él, se posesione de nosotros y nos
incorpore plenamente en su ser.


PARA PROFUNDIZAR
Reflexiona en tu oración ayudado por las preguntas que aquí se plantean, o utilízalas para
animar la conversación en el grupo de oración con el que sigues el Seminario aquí propuesto:
• ¿Qué lugar ocupa Cristo en tu vida?
• ¿Conoces a alguien que refleje la presencia de Cristo, a través de sus palabras y del
testimonio de vida?
• ¿Cómo definirías tu relación con Cristo: la de discípulo, seguidor, servidor o amigo con
respecto de Él?
• ¿Qué significa para ti el ejemplo de María, como modelo en la relación con Jesús?
• ¿Puedes tú decir que Cristo vive en ti?
APLICACIONES PRÁCTICAS
• Invoca al Espíritu Santo y pídele que forme a Jesús en tu vida.
• Ábrele la puerta a Jesucristo y dile que deseas que viva por la fe en tu corazón.
• Pide a la Virgen María que te enseñe a aceptar a Jesús por la fe y el amor.
• Comparte con otros tu testimonio de cómo encontraste a Jesús y qué significa Él en tu
vida.
• Difunde libros, folletos, revistas, casetes de tema cristiano.
• Organiza una vigilia de oración ante Jesús en la Eucaristía.